Como lo hemos visto en entregas anteriores, el manejo de la muerte y el duelo debe ser tratado de manera muy especial, ya que un mal manejo de la situación y las emociones pueden dejar secuelas psicológicas y emocionales durante el desarrollo del ser humano.
El sentido de la perdida, la angustia, el vacío y la tristeza que se genera no solo por la ausencia de las personas, sino también de animales, objetos materiales, trabajo, etc., debe ser focalizado y tratado por un especialista en psicología enfocado en cognitivo conductual o Gestalt, para así prevenir o evitar una afectación en la psique del individuo, afectaciones orgánicas u corporales (Elmiger, 2010).
En ocasiones los padres o la gente que rodea al menor, no se detiene a pensar en las palabras que dice, lo que transmite, lo que vive, ya que así aprendieron a manejar el dolor por la pérdida del ser amado. No somos conscientes de nosotros mismos y nuestras emociones, permitimos que se desborden y eso mismo es lo que aprenden, viven y sufren los más pequeños de la familia.
Posibles repercusiones en el desarrollo Cognoscitivo
Consideremos que dentro de los dos y siete años de edad, el menor va a construir su forma de ver la vida, de pensar, utilizar símbolos y reconocer. De los seis a los doce años se tienen grandes avances en el desarrollo del pensamiento lógico y empieza a conectar ideas razonadas, por ello es muy importante la estimulación de las habilidades cognitivas con juegos, lecturas, problemas matemáticos simples para que durante la formación o antesala del pensamiento abstracto, mismo que se comienza a generar aproximadamente a los doce años, el niño tenga las bases y habilidades desarrolladas para permitir la existencia del razonamiento lógico, inductivo y deductivo, así como la capacidad de plantear sus propias hipótesis.Esta parte es donde los padres deben continuar con la estimulación apoyándose con eventos cotidianos,
Durante la etapa preoperacional, que va de los dos a los siete años, los niños aprenden a interactuar con el ambiente que les rodea, lo representa con imágenes mentales y con palabras, comprende la permanencia de un objeto, está cargada de egocentrismo; durante los primeros años de esta etapa el infante cree que sus juguetes u objetos también pueden sentir, ver y escuchar. De los siete a doce años en la etapa de operaciones concretas, disminuyendo la percepción de ser el centro de todo, comienza a empatizar con grupos de personas, diferenciando dimensiones, cantidades, etc., y dan mediante lo que sus sentidos experimentan la representación concreta del objeto (Aprendiendo matemáticas, 2019).
Por lo anterior podemos observar que la realidad como el niño la interpreta el mundo, está basado o sustentado a través de la explicación que el propio niño realiza del entorno que le rodea; para Nagy, la muerte era percibida por los niños de entre tres y cinco años como un sueño temporal, una partida y como algo reversible, empiezan las incógnitas sobre la vida después de ser sepultado y la vida después de la muerte. Los niños entre cinco y nueve años de edad considerando la muerte como causas exteriores, que puede ser evitada, pero también comprenderán la muerte como la culminación de un pproceso; entreesas edades la muerte puede estar representada como un ángel, un fantasma, un esqueleto, etc. Donde se comienza a entender el aspecto biológico de la muerte es a los nueve años, entendiéndose como inevitable (Ladrón de Guevara, 2006).
En 1990 un estudio realizado por Randy Cotton y Lillian M. Range, determinaron que el concepto de muerte en la niñez estaba relacionado y determinado con las funciones cognitivas de la edad siendo este el que más influye, comenzando una tendencia a la conceptualización negativa relacionándolo con el miedo. Para Clarissa Willis. la comprensión de la muerte de los pequeños se compone de inevitabilidad, terminalidad, causalidad e irreversibilidad (Ladrón de Guevara, 2006).
Piaget considera que el desarrollo se compone de contenido, difusión y estructura, teniendo esta última como la propiedad organizativa de la inteligencia y determina la naturaleza de la conducta ya que son mediadoras entre las funciones invariables de la conducta y sus diversos contenidos. El contenido hace referencia a lo que el niño ya sabe en función de las conductas observadas en el campo sensomotor y conceptual. Por su parte la función, la referencia Piaget como a las características amplias de cómo con la inteligencia se reflejará en la conducta; es decir el reflejo cognitivo de dicha conducta estará basado en la organización y adaptación, así como en la asimilación y la acomodación (Ladrón de Guevara, 2006).
Considero con base en lo anterior que el mayor efecto sobre el desarrollo cognoscitivo se da en la representación del concepto de muerte y el duelo, es decir, cómo interpreta el niño la realidad de una ausencia cercana con carácter irreversible; el cómo vive esa experiencia según los patrones socioculturales a los que fue expuesto, representando o presentando ansiedad y depresión, tal cual lo habían aprendido en su entorno familiar. Lo anterior representaría o se reflejaría en una falta de interés por parte del niño en cuestiones cotidianas, como no poner atención en clases, dispersión, no saber escuchar lo que se dice en clase, rebeldía, apatía hacia el conocimiento o el mundo que le rodea.
Posibles repercusiones en el desarrollo Socioemocional
Por naturaleza somos seres sociales y debemos considerar que el ser humano no solo se nutre de su entorno familiar, también del medio donde se desenvuelve; aquí es donde el papel sociocultural juega un papel importante ya que las costumbres, el actuar y el comportamiento también están ligadas a este concepto, así como el crecimiento orgánico y de maduración. Durante este proceso se desarrollan los métodos culturales del comportamiento (Ladrón de Guevara, 2006).
Ante la pérdida de un ser amado o cercano, como ya lo vimos, los niños pueden presentar distintas conductas y trastornos, dependiendo de cómo es o fue abordado el tema de la muerte y el duelo; recordemos que para un niño la muerte muchas de las veces es un evento nuevo en sus vidas y experimentarán un vacío, sufrimiento por la separación, resentirán en sus actividades diarias, en sus relaciones sociales, en todo aquello que antes les generaba alegría y motivación.
Tomemos en cuenta las fases del duelo infantil, considerando en primera instancia el Shock, donde el niño se muestra desconcertado, incrédulo, dirigiendo de manera pasajera la realidad, seguido de la etapa de búsqueda rápidamente urgente por encontrar al ser amado u objeto perdido, aumentando incertidumbre, inseguridad y agresividad; posteriormente el niño tendrá rasgos depresivos, desánimo por la vida, llanto, tristeza, apatía y soledad. Por último, llega la etapa de la organización donde con sus propios recursos comienza a adaptarse a la realidad actual (Vidal, 2017).
Veamos el desarrollo emocional por etapas : de tres a seis años el comportamiento natural del niño se caracteriza por irritabilidad, comienza a sentir alegría, vergüenza, planifican, comienza a generar empatía ya comprender a los demás, aprenden a ocultar sentimientos bajo la presión de un adulto y al ser un poco más conscientes de su entorno y las consecuencias, empiezan a mostrarse temerosos, empiezan a sentir culpa, empiezan a manejar intensidad de emociones, empiezan a tener conflictos al relacionarse con los demás (Paisandú, 2018).
De siete a nueve años, después de que entiende entre los seis años y siete años que sus acciones y sus gestos tienen una interpretación ante los demás. Comprenden que las emociones que sienten y la intensidad de las mismas no para siempre, a los ocho años, los niños comprenderán la buscarán de las emociones y aprenderán a dosificar sus emociones según la situación, a los nueve años empezarán a compararse con otros, si tienes o no algo material, padres, si recibes amor, etc., (Paisandú, 2018).
De entre diez y once años, se empiezan a generar expectativas emocionales, manejo de distintas emociones, empiezan a aprender el cómo la sociedad expresa las emociones y altas son sus normas para realizarlo, se empieza a elegir con prototipos de cómo debe ser un niño o una niña y tienen mayor capacidad lingüística para expresar lo que sienten (Hacer familia, 2019).
Teniendo claro todo el proceso interno y sus impresiones sociales y emocionales, debemos comprender a los niños durante el proceso de pérdida y duelo ya que según la etapa en la que se encuentran pueden presentar mutismo, ausencia, apatía, emociones desbordadas, depresión, tristeza, pueden generar conflictos en sus escuelas, vecinos, etc. Por ello el reflejo socioemocional puede desencadenar aislamiento social y sentimiento de ira.
Posibles repercusiones en el desarrollo Físico
Es de gran importancia la estimulación, motora, con ejercicios, juegos y diversas actividades que desarrollan habilidades motoras y de razonamiento en los niños. La estimulación temprana entre los 3 a 6 años, durante esa etapa el niño aprende, reacciona y comprende el mundo a través de los sentidos; esta etapa cobra mayor importancia porque es la etapa donde adicional a lo antes comentado se empiezan a desarrollar habilidades cognitivas como separar objetos, causa efecto, el lenguaje y el desarrollo socio afectivo a través de juegos, imitación y rol, poner la mesa, conversar por teléfono, etc., (Martínez, 2017).
Tomando en cuenta lo anterior, durante la pérdida y el proceso de duelo de un adulto en el círculo cercano del niño, adicional a las emociones negativas que se transmiten al menor, también puede existir desatención, que se ejerce en una falta de estimulación física, mental y social, mostrando en el infante demora en el desarrollo de sus habilidades físicas y cognitivas, mismas que son la base para su posterior desarrollo físico, psicológico y social.
En niños de seis años ante las posibles afecciones emocionales, pueden presentarse, trastornos emocionales, depresión, ansiedad tristeza, sentimiento de inseguridad entre otros factores ya presentados con anterioridad, mismos que generarán apatía para desarrollar actividad física, falta, pérdida de masa muscular, movimientos torpes, dolor de cabeza, dolor abdominal, diarrea o necesidad frecuente de orinar, tensión muscular, respiración rápida, trastorno de estrés postraumático, fobias y pánico (Psycho health services, 2019).
A continuación, comparto un cuadro donde se presentan algunas repercusiones que pueden presentarse en un niño posterior a la muerte de un ser querido, elaborado con base en la información antes descrita:
fuentes de consulta
· Elmiger, M. (marzo, 2010). La subjetivación del duelo en Freud y Lacan. 04 de agosto de 2019, de Periódicos electrónicos en Psicología Sitio web: http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1518-61482010000100002